jueves, 4 de diciembre de 2014

EL INMESO PODER DEL GRANO DE ARENA


Los seres humanos tenemos dificultades para comprender y asimilar las grandes cifras. Una vez pasado cierto límite, simplemente somos incapaces de imaginar determinadas cantidades y lo mismo nos da cienmil millones que un millón de millones. Nuestro cerebro lo interpreta como “muchísimo”
y le cuesta realizar comparativas y entender realmente la verdadera magnitud de estos números.

Exáctamente lo mismo nos sucede cuando tratamos de calibrar lapsos de tiempo. Y no hace falta que sean periodos geológicos de millones de años. Incluso en nuestra propia vida, nos resulta muy dificil hacer planes a años vista porque simplemente lo consideramos “mucho tiempo”. En ocasiones, demasiado tiempo.

Esto es precisamente lo que nos impide ser conscientes de “el inmenso poder del grano de arena”. Es decir, como las cosas más pequeñas y aparentemente insignificantes, cuando se suman una tras otra o se repiten en el tiempo de manera constante, pueden producir cambios enormes.

El Himalaya crece del orden de 4 milímetros al año, el Sahara era un vergel hace 6000 años, ¡mi sobrino era un bebé hace 10 años! . Son cambios casi imperceptibles en el día a día pero que sumados, de manera constante y siempre en la misma dirección, terminan por crear una realidad completamente diferente. Y esto es así también para nuestras acciones, a las que, cuando son repetitivas, llamamos hábitos.

Hábito es cualquier comportamiento repetido regularmente, que requiere de un pequeño o ningún raciocinio y que es aprendido.

Los hábitos diários tienen tanto poder en nuestras vidas como ese empuje tectónico que hace del Himalaya la cordillera más elevada del planeta. Definen en buena medida nuestro carácter y, en muchas ocasiones, nuestro destino.

Besar cada mañana a nuestra pareja, salir a correr, dedicar tiempo a la lectura, comer de forma equilibrada o sonreir son hábitos. Pero también fumar, comer patatas fritas, o procrastinar. Acciones que nos definen, que nos conforman y modelan a ojos de los demás y a los nuestros propios. Y no es una cuestión sólo de percepción, realmente los hábitos nos cambian, por dentro y por fuera. Tanto los buenos como los malos. Es sólo cuestión de tiempo y, a veces, mucho menos del que creemos.

Una vez que un hábito se instala es difícil de cambiar, requiere un esfuerzo consciente para hacerlo.

Lo curioso es que muchos de nuestros hábitos no los hemos adquirido de manera consciente o buscando un efecto determinado. A veces somos esclavos de una determinada forma de hacer las cosas simplemente porque siempre lo hemos hecho así, sin recordar apenas cómo o porqué comenzamos a hacerlo… o a dejar de hacerlo. Piénsalo. Todos tenemos comportamientos así.

Pero también es posible adquirir nuevos hábitos de manera consciente. Podemos tomar ventaja de esa costumbre de nuestro cerebro a coger gusto a la rutina para emplearla en nuestro favor.

Aproximadamente 21 días consecutivos realizando una acción diária hace que la asimilemos como un hábito. Aguanta tres semanas realizando cada día eso que tanto te cuesta y te sorprenderás habituándote a ello.

Lo que puede suponer un esfuerzo enorme el primer día, una vez convertido en hábito, se convierte en algo natural y que tendemos a continuar realizando de manera casi automática. Pasa a ser una parte de nosotros, de nuestros circuitos neuronales, de nuestro comportamiento. Cuando se ha instaurado, ese hábito comienza a hacer su trabajo, de manera lenta pero continua, hasta levantar su propio monte Everest donde un día apenas se intuía una colina.

Quizá no lo veas, quizá te cueste imaginarlo, pero no dudes de el inmenso poder del grano de arena. Actúa y toma control sobre tu vida de forma inteligente.

(artículo rescatado de un rinconcito de mi ordenador de cuya procedencia no recuerdo. Disculpas a su autor por no poder mencionarle)

2 comentarios:

  1. Muy buen articulo,deberíamos todos los días aportar a este mundo un granito de arena.Felicitaciones a quien escribió el articulo.

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  2. Autor: Luis Hernández

    Socio cofundador de SinLios.com. Biólogo, profesor, programador, blogger y apasionado de la ciencia, la tecnología y el ejercicio físico. Escéptico y humanista, me encanta la fotografía, disfruto la música medieval y soy feliz en la naturaleza.
    La verdad es que google es una auténtica mina.

    Pues mil gracias a Luis Hernández por su impresionante artículo.

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