jueves, 4 de diciembre de 2014

MI PRINCESA ARRUINÓ MI CORAZÓN


MI PRINCESA ARRUINÓ MI CORAZÓN

(Contra la violencia de género masculino)

            Ni siquiera sé cuando esto empezó,
porque desde que la vi mi corazón se enamoró.
Coqueta con su lazo y sus uñas de color,
me miraba de reojo y cautivó mi corazón,


y cada día que pasaba ansiaba escuchar su voz.
            Ver su foto en mi móvil aceleraba mi respiración
y ya no sabía qué hacer para llamar su atención.
            Sin embargo un día algo extraordinario me pasó
vino hacia mí y un amigo me la presentó.
            Sintonizamos como pulso con reloj
y pasamos las horas hablando de la misma canción,
parecía que habíamos nacido para estar juntos los dos,
y pasaron los meses con una genial relación
y me decía a mí mismo: que nada ni nadie rompería nuestro amor.

            Y Princesa la llamaba en cada momento y en cada ocasión,
Princesa pronunciaban mis labios porque lo había grabado en mi mente y en lo profundo de mi corazón,
Princesa lo había tatuado en mi muñeca junto a la pulsera que me regaló.
            Y día a día ella era mi única preocupación,
mi única meta, mi única razón de vivir, mi única motivación.
            Pero sin saber por qué todo cambió.
Un día llegó a casa y de mí pasó,
pensé que sería un mal momento en una simple ocasión,
a partir de ahí procuraba que todo estuviese en su justo rincón,
pero el amor me movía y le decoraba la habitación,
sin embargo su respuesta era una continua marginación.
            Sus insultos frecuentes cargados de desprecios y de humillación
mientras día a día intentaba ganármela con detalles de amor.
            No comprendía lo que estaba pasando: sólo la satisfacían los amigos y muchas veces el botellón.
            Sus palabras más suaves eran: tú eres para mí lo peor,
has arruinado mi vida y también mi profesión,
eres la basura del barrio, un muerto de hambre que alimento por pura compasión,
qué te habrás creído que soy.

            Mientras día y noche sus palabras se iban filtrando en mis oídos y en los poros de mi cuerpo apagando lo que soy,
día y noche me planteaba en qué había fallado yo,
día y noche sus insultos y agresividad quebraban mi respiración.
            La verdad es que no sé ni cuándo ni cómo ni por qué todo cambió.
Dejé de comer, de dormir, dejé de vivir porque todo se apagó,
dejé de luchar y mi vida se hundió,
porque mi Princesa se esfumó,
porque mi Princesa desapareció,
sólo frente a mí había una mujer que mis ojos en ningún momento reconoció.
            Era una mujer si ese término se puede dar a quien arruinó mi corazón.
            A partir de ahí caí en una profunda depresión,
dejé de confiar en el ser humano y en la belleza que un día me cautivó,
dejé de creer en la vida e incluso en el mismo amor,
dejé de creer en el ser que un día me enamoró.
            Ojalá que en el mundo no se volviera a repetir lo que he vivido yo,
ojalá que cada hombre y mujer se descubran como el gran misterio de la creación,
ojalá el hombre y la mujer en su encuentro descubran la dignidad y el valor que Dios les dio,
ojalá se descubran como la belleza y la bondad con que el Creador los formó,
porque ambos son frutos del amor,
frutos de la donación,
frutos de la entrega generosa de un tú y un yo,
frutos de la ternura y de la comunión.
            Que no existan Señor, que no existan las Princesas que arruinen el corazón.



Madrid 17 – 11 – 14

Mª Elena Hernández González

(Hija de María Madre de la Iglesia)

                     


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