MI PRINCESA ARRUINÓ MI
CORAZÓN
(Contra
la violencia de género masculino)
Ni siquiera sé cuando
esto empezó,
porque desde que la vi mi corazón se enamoró.
Coqueta con su lazo y sus uñas de color,
y cada día que pasaba
ansiaba escuchar su voz.
Ver
su foto en mi móvil aceleraba mi respiración
y ya no sabía qué hacer para llamar su atención.
Sin
embargo un día algo extraordinario me pasó
vino hacia mí y un amigo me la presentó.
Sintonizamos
como pulso con reloj
y pasamos las horas hablando de la misma canción,
parecía que habíamos nacido para estar juntos los
dos,
y pasaron los meses con una genial relación
y me decía a mí mismo: que nada ni nadie rompería
nuestro amor.
Y Princesa la llamaba en cada momento y en cada ocasión,
Princesa pronunciaban mis labios porque lo había
grabado en mi mente y en lo profundo de mi corazón,
Princesa lo había tatuado en mi muñeca junto a la
pulsera que me regaló.
Y
día a día ella era mi única preocupación,
mi única meta, mi única razón de vivir, mi única
motivación.
Pero
sin saber por qué todo cambió.
Un día llegó a casa y de mí pasó,
pensé que sería un mal momento en una simple
ocasión,
a partir de ahí procuraba que todo estuviese en su
justo rincón,
pero el amor me movía y le decoraba la habitación,
sin embargo su respuesta era una continua
marginación.
Sus
insultos frecuentes cargados de desprecios y de humillación
mientras día a día intentaba ganármela con detalles
de amor.
No
comprendía lo que estaba pasando: sólo la satisfacían los amigos y muchas veces
el botellón.
Sus
palabras más suaves eran: tú eres para mí lo peor,
has arruinado mi vida y también mi profesión,
eres la basura del barrio, un muerto de hambre que
alimento por pura compasión,
qué te habrás creído que soy.
Mientras día y noche sus palabras se iban filtrando en
mis oídos y en los poros de mi cuerpo apagando lo que soy,
día y noche me planteaba en qué había fallado yo,
día y noche sus insultos y agresividad quebraban mi
respiración.
La
verdad es que no sé ni cuándo ni cómo ni por qué todo cambió.
Dejé de comer, de dormir, dejé de vivir porque todo
se apagó,
dejé de luchar y mi vida se hundió,
porque mi Princesa se esfumó,
porque mi Princesa desapareció,
sólo frente a mí había una mujer que mis ojos en
ningún momento reconoció.
Era
una mujer si ese término se puede dar a quien arruinó mi corazón.
A
partir de ahí caí en una profunda depresión,
dejé de confiar en el ser humano y en la belleza que
un día me cautivó,
dejé de creer en la vida e incluso en el mismo amor,
dejé de creer en el ser que un día me enamoró.
Ojalá
que en el mundo no se volviera a repetir lo que he vivido yo,
ojalá que cada hombre y mujer se descubran como el
gran misterio de la creación,
ojalá el hombre y la mujer en su encuentro descubran
la dignidad y el valor que Dios les dio,
ojalá se descubran como la belleza y la bondad con
que el Creador los formó,
porque ambos son frutos del amor,
frutos de la donación,
frutos de la entrega generosa de un tú y un yo,
frutos de la ternura y de la comunión.
Que
no existan Señor, que no existan las Princesas que arruinen el corazón.
Madrid
17 – 11 – 14
Mª Elena Hernández
González
(Hija
de María Madre de la Iglesia)
PRECIOSO
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